miércoles, 4 de abril de 2012

Capítulo III El peor momento






El peor momento no fue el día que me dio el ictus, a pesar de que fue muy malo, a pesar de que te das cuenta de que te está pasando algo terrible, de que te está afectando una enfermedad muy grave.  A pesar de todo ello, ese no es el  peor momento.  El peor es el momento en que te despiertas completamente desubicada en la unidad del ictus de un hospital  y recuerdas algo de lo que ha pasado  y de lo que has pensado y te das cuenta  de que estás despierta por lo que no es un sueño, una pesadilla.  Dios mío!! Esto me ha pasado de verdad, a mí, no estaba soñando.  El peor momento es ese.  Cuando te das cuenta de que lo que decían los médicos  a tu alrededor sobre un infarto cerebral y daño cerebral sobrevenido, se refería a ti.  Y miras a tus compañeras  de la unidad del ictus y lo que ves te deprime más todavía porque unas tienen la mano igual de mal que tú, otras no pueden moverse, otras no pueden hablar, o no pueden respirar bien, otras tienen la cara torcida y tu piensas que eres una más, te miras en las otras pacientes como en un espejo.  Y el tiempo pasa muy despacio y yo casi no veo, pero de repente me doy cuenta de que se han encendido las luces del techo, son tubos fluorescentes.  Esa luz tan fría de los hospitales. Entonces, ya se ha hecho de noche.  Los sonidos de la noche en algunos de los hospitales donde he estado son terribles.  Entre los ruidos de los carros de ropa o medicinas al desplazarse, y de las conversaciones entre los auxiliares que los empujan, por la noche, especialmente por la noche, en el silencio del hospital de noche, se oyen los lamentos de los pacientes, sus plegarias y sus llantos.  Es un sonido triste y macabro, el sonido de la desesperación.  Esa primera noche tengo mucho miedo y no quiero quedarme sóla.  Pienso “Fernando no me dejes sola, por favor, no te vayas esta noche, quédate conmigo,  “ pero no se va, Fernando no me va a dejar sola ni esta noche ni ninguna otra.  Su compañía y su apoyo son tan importantes que a veces me emociono solo de pensarlo.  Menos mal que no me he quedado sola, porque ese es de verdad el peor momento.  De pronto has tenido que aceptar lo que te ha pasado y sabes que vas a tener que  luchar contra la enfermedad durante mucho tiempo y con toda tu fuerza.  Tienes que aceptar también que tu vida ha cambiado drásticamente:  No sabes si vas a poder volver a conducir tu coche, ni a trabajar, y lo que es peor, no sabes si vas a poder volver a andar… y estás tan trite y tan asustada que no puedes ni llorar, sólo quieres dormir, para descansar y para ver si dormida puedes olvidar lo que ha pasado,, relajarte un poco. 
Pero sorpresa… tampoco puedes dormir. El día ha sido muy intenso, estás cansada, tienes sueño, una cama y ganas de dormir, pero no puedes.  No puedes dormir, ni llorr, ni reir, ni moverte. No puedes vivir.  Y entonces aparece por primera vez la terrible pregunta que volverá a plantearse en los momentos malos-  Si no puedo hacer nada por mi misms, si no puedo vivir ¿no hubiera sido mejor morirme cuando me ha pasado esto? 






1 comentario:

  1. ¡No!, mi querida amiga,¡NO!, te quiero viva, porque así egoísta de mí puedo seguir siendo tu amiga, y hablar contigo,sentir tu humor variable, tus enormes conocimientos que me enriquecen. Por que con esta parte escrita, con esta parte especialmente, me haces vibrar y llorar y a mí no me ha pasado, ......Los que lo lean y si les haya ocurrido se sentirán un poco reconfortados, al sentir contigo, lo que sienten ellos. Aquí entro yo, recomendando sitios, donde les puedes enviar esto que publicas "ATECEA" es la Asociación de daño Cerebral Sobrevenido", les vendrá bien y seguro que te contestan. Seguro que me dices, que ya lo sabes........

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