Ayer tuvimos día de fiesta en el colegio de mi hijo pequeño,
Nano. Era la fiesta de su
graduación. Fue un día estupendo. Nano estaba guapísimo y muy contento.
La verdad es que mis tres hombres ¡estaban tan guapos y tan
elegantes con sus trajes!
Pasamos un día buenísimo. Y a final de la mañana tuve que
andar bastante, forzada por las circunstancias de ese momento en concreto.
Ayudada, como siempre, por Fernando, agarrada a su brazo como el halcón al
brazo del cetrero, anduve una distancia importante en un momento de necesidad,
lo que me hizo sentir mejor, más segura, más válida. Al principio tuve miedo, luego dolor en la pierna afectada y un cansancio
enorme, pero finalmente satisfacción.
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