domingo, 6 de mayo de 2012

Capítulo VII. Cada día falta menos


Ayer tuvimos día de fiesta en el colegio de mi hijo pequeño, Nano.  Era la fiesta de su graduación.  Fue un día estupendo.  Nano estaba guapísimo y muy contento.



La verdad es que mis tres hombres ¡estaban tan guapos y tan elegantes con sus trajes!



Pasamos un día buenísimo. Y a final de la mañana tuve que andar bastante, forzada por las circunstancias de ese momento en concreto. Ayudada, como siempre, por Fernando, agarrada a su brazo como el halcón al brazo del cetrero, anduve una distancia importante en un momento de necesidad, lo que me hizo sentir mejor, más segura, más válida.  Al principio tuve miedo, luego  dolor en la pierna afectada y un cansancio enorme, pero finalmente satisfacción.


Creo que es por eso por lo que hoy tengo la fuerte sensación de que cada día falta menos para levantarme de la silla de ruedas y empezar a caminar yo sola, con una muleta

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